UN HOMBRE DEL COBRE 2ª EDICIÓN-REFORMADA



Recuerdos
 

Bendita sea la tierra en que yo te conocí.
Y benditas estas horas que
puedo pensar en ti.

Tus recuerdos me apasionan y
me hacen existir,
de esos momentos sucedidos junto a ti.
 
Recuerdos y más recuerdos que avivan
mi existencia,
de un tiempo que ya se fue y que nos
dejaste para vivir.


Cantos
 

Yo canto desde la lejanía
a ese mundo que perdí,
con sus hambres y penurias,
pero me sentía feliz.

Felicidad ya pasada, que tú nos diste
para poder mantener estos recuerdos
de compartir y sufrir,
todas las penalidades que pasamos junto a ti.

El amor se regala.
El amor no se vende.
Se comparte y se presiente.
Se palpaba en el ambiente.

El de una generación de hombres,
que supieron transmitirlo,
como Juan y Baltasar.

Ellos sí supieron darnos
lo que hoy es tan difícil de transmitir y de lograr,
el Amor y la Generosidad.
 

Pena


Tengo una pena muy grande
que no puedo sofocar.
Te has ido de mi presencia
sin ni siquiera saludar.
Y yo te sigo buscando
y no te puedo encontrar.

Muchas veces me decía:
Ya llega el día especial,
el de coger el camino y
volverte yo a encontrar.
Me acercaba a esa Algeciras
la que me da tanta paz,
alegrías, emoción y bienestar.

 Es una tierra especial,
desde sólo con tu amena tertulia
yo era feliz, no necesitaba más.
Poder estar en tu presencia,
¿qué más se podía desear?

Amor nos diste a todos,
los que tuvimos la suerte
de podernos enganchar,
por todo lo que transmitías,
y que supimos bien guardar.
Pues fuiste un ser especial.
 

Sentirte

Galopando por la sierra
va un jinete y su montura,
las huellas quedan clavadas
por los hierros de la cabalgadura.

El jinete es todo orgullo
y con firmeza al cabalgar
hace vibrar a su montura
justo al pasar a mi vera.

Tu mirada bella y noble
que permanece en mi retina
se vigoriza en tu presencia.
Estás vivo, me señalo.

Vivo para la eternidad,
ya difícil de olvidar.
Estoy loco, me repito,
pero ya todo me da igual.

Si estar loco es encontrarte
y poderte saludar,
¡qué más puedo pedir ya!
Bendita sea mi locura y

que no desaparezca jamás,
como un tesoro en la sierra,
que nunca se pudo encontrar.
 

Reencuentro


Mi mente dirige mis pensamientos y los pasos a seguir.
Comino a recorrer una vez más. El Cobre,
lugar tan particular.
Mis pies se dejan ir libremente y sin poderlo remediar.
Tú casa, una vez más.
Al ir acercándome, mi corazón se pone triste y
melancólico, pero feliz.
Mis recuerdos sólo son para ti. Se percibe tu presencia.
Qué gran decepción me produce el
acercamiento a tu guarida.
Se respira soledad. Cuadras vacías, sin vacas en los toriles.
Ni el trotar de tus caballos, que animaban el lugar.
Sólo silencio y soledad. Mesas con sus sillas recogidas,
formando una piña a su alrededor;
lugar desierto sin tu presencia.

Perduran tus recuerdos, ya no salen los perros a recibirme,
con su ladrido peculiar. Recorro toda tu finca y
nadie me sale
ni tan siquiera a preguntar. Todo es soledad.
Hojas esparcidas por el término de tu morada.
Unos hombres descargan sacos de harina y
me animo a preguntar.
—¿Me podéis decir dónde esta Antonia?
—¡No está! Le han alquilado una casa cerca de la mar,
muy cerquita de la playa para poder descansar.
Miro con tristeza este hermoso lugar que fue
tu guarida y tu libertad.
Sentado en tu silla, me siento seguro, te veo y te presiento.

Charlar…, charlar y charlar…,
con todo el que llega a dicho lugar.
Carreras de niños  de aquí para allá,
que con sus chillidos te hacen soñar.
Te digo sonriendo: ¿cuantos tienes ya?,
son muchos los nietos que tienes para contar,
con sus peripecias y sus travesuras
se llega a gozar.

Te ríes y me dices: ¡Y, muchos más vendrán
que alegren la casa de este viejo mortal!
Seguimos charlando, no te cansas de hablar,
sabrosas respuestas son las que tú das
a cualquier pregunta que yo te pueda formular.

Pero todo en esta vida tiene principio y final.
Salgo de dentro de ti y despierto a la realidad.
Supiste vivir y gozar con las cosas pequeñas
de la vida, ¡como el que más!
Me pregunto y me contesto;
ya no estás entre nosotros, es la triste realidad.

Yo ya no me creo nada.
La muerte es un mito.
La muerte no mata.
Matan esas cosas que enturbian el alma.
Tú vivo te encuentras en algún lugar.
Como yo te siento, y no puedo explicar.
Un día formaste parte de estos parajes,
tierra, campiña, polvo...
Qué fatalidad. Sí, polvo ya somos nada más nacer.
La muerte nos lleva al mismo lugar.
Tú no morirás, estás vivo..., vivo..., vivo…,
me digo al marchar.
Tu espíritu flota por todo el lugar.
Estás en nuestras vidas como algo especial.
Y no consentimos que nos dejes jamás.

Son tus sabrosos recuerdos, imposibles de borrar,
los que se mantienen vivos por todo el lugar.
Y que muchos de nosotros los pregonaremos,
 contando tu vida con  honestidad.

 Antonio Molina Medina

 CONTINUARA

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