Orduña Bizkaia |
Caminando por el campo se encontró con la poesía. Él la
miraba y ella le sonreía.
Entre palabras y azucenas, se detuvo a contemplarla, en
la empalizada de una finca de la Ciudad. Cerezos, manzanos, nogales, ciruelos,
perales de invierno, higueras del tiempo. Las gallinas corretean por la
estancia, mientras al pozo, le sacan agua con una palanca.
Orduña Bizkaia |
Una vieja máquina de trillar instalada en el patio, tratan de arrancar a base de esfuerzo manual con una manivela. Hacen rugir el motor, cuyas correas se ponen en movimiento. Todas las poleas impulsan las piezas de acero que mueven las partes de su interior por donde pasará el trigo y la paja. Ésta es impulsada por una turbina que absorbe los tubos y la lanzan al pajar amontonándose para el duro invierno que les espera. Mientras los sacos de trigo aguardan su turno dispuesto a la molienda. La blanca harina les espera, y de ellas se formarán los panes en el horno de la casa.
Orduña Bizkaia |
El trasiego es un caudal de almas, a la sazón engranaje que forman un viejo reloj de pared en el aposento, armonizado con sus gentes, que, sin reyes, ni duques, ni jefes, ni capataces…, hacían mover los brazos de los braceros, cuyo único empeño era acabar su tarea y llevar a sus casas un trozo de ilusiones para seguir comiendo un día más por los aledaños de su río: el Nervión, donde limpiaban sus cuerpos de impurezas extrañas.
Cantando volvían a sus moradas entre sonrisas y ademanes
comentando lo que les quedaba para el próximo día poder descansar del esfuerzo
el que ejecutaban, donde no había descanso ya que, la comida se hacía
trabajando, mientras unos degustaba el buen vino otra tanda, seguía
recolectando el grano.
Orduña Bizkaia |
Antonio Molina
Medina
23.06.22
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