Ciudad de Orduña-Bizkaia-Euzkadi |
Se olvidaron sus historias; no quedaron sus anécdotas,
ya que nadie las cita ni a nadie interesa. Pero sus imágenes, las de antes y ahora,
con sus arrugas en sus rostros; rostros que aprietan los sentidos de ahora con
la mente dispuesta.
Mujeres de antaño, de ahora y después, que debemos
darles forma entre sacudidas, para que aprisionan nuestro pobre saber. Vidas
sin futuro. Seres que caminaron por senderos y laderas con la voz apagada y el
corazón encogido en su largo caminar. Historias marchitas repletas de gloria
sin halagos ni puentes con quitamiedos; que lo dieron todo y nos ofrecieron sus
vidas, su humildad y humanidad ante la bota del opresor, con su obra y su
valor. Sus quejas quedaban en el silencio de la noche acunando a sus crías
antes de descansar, llenas de melancolía, pariendo hijos para luego utilizarlos
en bárbaras guerras. Pero sus relatos, los que nos acercaban a ellas en las
noches serenas, al pie de la candela entre chisporroteos de fuego que nos
salpicaba en nuestra mocedad. Hoy irrumpen en nuestras conciencias… ¡si es que
la tenemos y no nos la han robado o la hemos vendido al mayor postor!
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Cierro los ojos y mis dedos detectan, entre su
escritura, rostros que se desprenden envueltos en su tinta… imágenes cubiertas
de ropajes, ropa gastada de lavados, rotos imperceptibles de puntadas y
puntadas de dedos añosos, cargados de tierra remendando los pilares de nuestra
juventud.
Hoy me acerco a ellas y poso mi mano en sus hombros y
veo su belleza y la luz que desprenden sus miradas a través de las llamas que
brotan de sus corazones las que, se cuelan en mi alma, y mi cuerpo se jacta de
manos que aprietan, que suavizan mis manos después de la nada y de ojos que
emanaba surcos de agua pura. Limpias lágrimas que contagian, resbalando por los
surcos de sus rostros, turbados, los que limpiaban con el dorso de la mano cual
pañuelos de seda.
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Hoy, paseando por las praderas de su alma, entre cepas y cultivos, mi corazón habla y recorre sus campos y me aferro a sus rostros, me cuelo entre sus arrugas al blanco de sus cuerpos, para no olvidar a las mujeres que inspiraban respeto y se lo dábamos… Hoy miramos sus rostros por los campos y barbecho de Sinovas por los pinares del pueblo y se pueblan de rostros cuando camino por ellos…
Me sonrío y sigo mi destino y me acuerdo de aquellos poetas de antaño que siguen en nuestro recuerdo.
-¡Cómo no! Don Antonio…, hoy está usted en mi mente y
también en mi cuerpo… caminando por los campos de Castilla:
“Caminante no hay camino se hace camino al andar”… Y yo ya ve… intentó seguir su sombra junto a la de don Federico García Lorca que me animó a nacer junto a su noche eterna, mientras de Walt Whitman nos resuena:
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“Si te ponen trabas oh libertad,
No es de tus viriles enemigos la victoria;
De la casa del amigo sale la puñalada mortal.”
Antonio Molina Medina
29/08/17
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