La muy noble y leal ciudad de Orduña- Bizkaia- País Basco |
CIUDAD DE ORDUÑA
Me tropecé con
él y me volvió a atrapar cuando volábamos por los prados de vergeles antiguos
de labranza… donde hoy el cemento y los perfiles antiguos dejan sus últimos
años ya sin esperanza. Allí donde mis años y los suyos aún florecen sin miedos y, con
sonrisa en ristre, nos conocimos; compartimos el acero y las virutas entre
moles de acero formando artilugios de belleza junto al largo camino entre
linderos los que nos separaban de las de huertas.
Orduña- Bizkaia- País Basco |
Él, acoplado a su máquina antigua, y yo de limpiador de su estructura, donde los hierros y aceros se moldean para contribuir con las herramientas. Mientras, el joven se introducía en la añeja fragua modelando las barras de acero con calor y golpes en el yunque, en cuchillas que arrancaban y modelando los productos que las máquinas consumían.
"Crujiendo el silencio",
hasta
placer en la materia.
Hasta rebosar su copa
en la playa
del silencio, el que mi
cuerpo alentó
y se hace vivible y
sincero;
y le duelen tus ojos…
tus lágrimas.
Mientras el aroma de
rosas, tu cielo,
Hoy se ama-cera
muy dentro de su pecho.
Orduña - Bizkaia - País Basco |
Mientras
caminaba por la ciudad, azuzado por los instintos, sentí su mirada inquieta
sobre la mía. Los años aún nos separan, pero nos unió la brisa de una mirada
sencilla junto a su prolongada sonrisa. Y los momentos no acaban, ya que la
ciudad nos guía y fecunda nuestras vidas entre los hastiales y cuerpos de
miradas limpias, como la de un zapatero muy antiguo, que me sugirió el
saludo de ellos… Sí,
emergió de los hastiales de su plaza, como el guía que fue, de uno de
mis archivos, cuando a su puerta acudía para mirarlo sin miedos y él, ni su
vista compartía. Y lo miraba y miraba... ya que su labor era su mérito. Sentado
siempre en su silla con el martillo y la lezna, la cola y las plantillas junto
a las piezas de cuero y plantillas de acero, como hormas de guía y los
montoncitos de pieles ya curtidas. Lejos quedaba su tiempo, pero él me sonreía
y su abrazo me atrapó. Se quedó toda la vida.
Don Antonio fotógrafo de la ciudad de Orduña. |
Antonio Molina
Medina
26.05.24
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