Playa de Getares (Algeciras) |
Angustia contenida
En un rincón de una heladería en Getares un hombre
inapelablemente solo, callado, silencioso, abandonado
trata de ocultarse entre la intensa niebla que lo envuelve,
provocada por el Levante en el Estrecho.
Con el corazón hasta el cuello, cabizbajo, pensativo,
melancólico, brotando en las facciones de su cara
la tristeza que le consume, que le hiere y le ahoga,
escuchando las sirenas de los buques
que cruzan el Estrecho, sumergido en sus pensamientos
como un brote de niebla en la Bahía.
Se despide una vez más de todo lo que le rodea
a golpe de lágrimas que brotan de sus ojos
y que trata de evitar secándolas a escondidas,
como un ladrón que no quisiera que nadie
le cogiese con las manos en la masa;
en el entorno que le envuelve sumido en sus recuerdos,
que brotan de lo más profundo de su alma
Recuerdos de un pasado que le galopa y que no logra deshacerse,
que le atenaza y le aprisiona a la vez que le protege y
le da la mano para seguir por la senda que le marcaron
aquellos que sembraron la semilla, por los caminos
vericuetos y senderos llenos de espinas y barbechos,
llenos de recuerdos, cenizas ya marchitas,
que no quiere desprenderse de ellos.
Llega la marcha inevitable a otras tierras, a otro mundo
que no es ni será nunca el suyo, por mucho que lo intente.
Bien sabe Dios que lo intenta, pero no logra conseguirlo;
con lo natural que para otros es tal propósito,
tan sencillo de lograr para aquellos de su entorno
que nunca podrán entender su forma de proceder.
Es difícil, imposible, llegar a deshacerse o
renunciar a unos principios, a tu propia vida y existencia,
dejar a un lado todo lo que te enseñaron e inculcaron
tu gente, cultura, tierra, costumbres, lengua, sensaciones…
Inequívocamente un hábitat te llena de ilusiones realizables
y veraces que el mundo en que vivimos rechaza y no las concibe.
Se percibe un hálito de esperanza, la de un rayo
ardiente de luz que brota en forma de grieta que surge
en el cielo azul provocada por el brioso sol
que nos aplana y nos seduce; porque sin él la vida se detiene
como la niebla que le atrapa y le hiere en el alma
junto a los pensamientos que le envuelven
en esta heladería de la playa que sirve de testigo,
impertérrita y sublime compañera de sus esperanzas.
Los vientos están en calma, se han dado un respiro.
El Levante junto al Poniente descansan pensativos.
Quizá coincidan con él y por ello tal reposo,
para poder solazarse entre la bruma e imaginarse
las frágiles barquitas que utilizaban los pescadores
para el sustento de sus gentes.
Hoy, ¡qué paradoja!, las barquitas repletas están de seres anónimos,
seres fugitivos, hambrientos; los ‘sin tierra’ que buscan
en nuestras orillas un trozo de pan y de cultura que llevarse
a la boca día a día, para su sustento, dejando su vida
en el intento… Unos y otros devueltos una vez más
a las tinieblas de una tierra llena de miserias que
a los poderosos no les interesa arreglar.
Sumido en sus pensamientos, tristeza bien manifiesta,
con su lengua saborea intensamente las lágrimas,
lo amargo de la sustancia, sensaciones que la vida le depara,
sensaciones muertas en este mundo en que vivimos
y que pocas son las buenas para saborearlas.
No le estimula el mundo en que vive.
No comparte su filosofía.
Soñar es gratis, por ello pocos lo hacen.
De ahí los desastres que nos cercan,
los niños asesinados, olvidados en todas las contiendas…,
sí…, sin pudor, por los gobiernos
aquellos que dicen defender democracias…
Contra el terrorismo nos atosigan, nos mienten…,
cuando ellos son los que nos agobian y nos matan.
Matan la ilusión en muchos que soñamos…
cuando palpamos y comprobamos cómo la industria
de la guerra es la riqueza de unos pocos.
y la que provoca la desdicha, la muerte…
Niños, mujeres, ancianos destrozados,
dolor y destrucción, miseria, llanto, metralla, lágrimas,
miedo, muerte. La nada.
Pueblos enteros arrasados, en nombre de no sé qué
democracia ni qué valores…
No existe ya el amor… nos empieza a fallar la memoria.
Qué lejos queda la esperanza
mientras los hombres amontonados, sangrantes,
enmudecen por falta de palabras bajo banderas negras de muerte.
Adiós pájaro azul. Las verdes aguas impulsadas por el Poniente
van llegando lentamente al litoral de la playa de Getares
donde sentado en una mesa contempla sus recuerdos de niño…
porque lo que acaece a su alrededor ya no le interesa.
Mientras la niebla se disipa lentamente, divisando los barcos
anclados en el Estrecho y otros que se deslizan
sobre las verdes aguas; a lo lejos
como un injerto la tierra de África, donde millones de ojos
le contemplan en su hambre, sus miedos, sus gritos,
su mirada y su aliento, todo de lo que el hombre se alimenta.
Antonio Molina Medina
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