Juanito se murió
y se fue como un suspiro
a preguntarle a San Pedro
qué lugar le corresponde
en la inmensidad del cielo.
San Pedro, muy sigiloso,
preguntó con sutileza:
¿de qué partido es usted?
¿A qué ente ha pertenecido
en sus años en la tierra?
Juanito acongojado
se acuerda de Federico,
cuando él en sus conferencias
señalaba su procedencia:
del partido de los pobres
decía que era en la tierra.
Juanito presuroso
a San Pedro le contesta:
Del partido de los pobres,
ésa es mi procedencia.
San Pedro mira la lista
y agitando la cabeza
le contesta a Juanito,
que esas siglas no existen
en el registro que él lleva.
¿Pero si me han dicho a mí
que con la vida que llevo
un lugar hay para mí
en la inmensidad del cielo?
Eso es verdad, no lo niego,
le contestaba San Pedro,
tienes que hacer este trueque:
te voy a comprar un traje,
camisa y unos zapatos
y te vas a volver con los tuyos
a buscarte un buen carné
para cerrar nuestro trato.
Comienza su vuelta atrás
angustiado y sin principios,
Juanito va acongojado.
A la mitad del camino,
¡rediós!, le viene a la mente
que ha cometido un error
pero tiene solución.
Se da la vuelta Juanito
y corriendo se presenta
en la puerta, con soltura,
presto a tocar la aldaba que San Pedro
tiene en la puerta de la entrada y
tocándola con sigilo
San Pedro le abre la puerta.
Otra vez tú por aquí y no has
hecho lo que quedamos
para regresar de la tierra.
Y te vuelvo a repetir
que ese partido no existe.
Juanito le interrumpe,
que ya sabe de que va
ese partido de pobres.
¡Si hombre sí!, es, ese…
que un día un poeta definió
en sus tertulias, que Federico
le llamaban. ¡Sí! Federico
el de La Fuente. El de Granada!
Y San Pedro le contesta:
¡Hombre de Dios Juanito!
Habla claro, pasa, pasa…
y vete a juntarte con él,
que a la derecha del Padre
ha formado una tertulia
rodeado de poetas
artistas y saltimbanquis
que se desviven por él.
Antonio M. Medina
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