ME ACERQUE A SU ESCUELA Y SOBREVOLÓ SU RECUERDO:

 

La muy noble y leal ciudad de Orduña-Bizkaia.

Don Agustín:

Detrás de una mesa, sentado en su silla, un humilde maestro

nos miraba en silencio mientras estudiábamos la lección del día.

No había murmullos y las moscas sonaban en nuestros oídos…

Quizás el miedo a la regla que posaba en su mesa nos hacía desistir

de hacer cualquier proeza...

mientras que, en el centro del aula, una estufa quemaba la leña

con la que calmábamos el frío de la nieve la que nos rodeaba.

 

La muy noble y leal ciudad de Orduña-Bizkaia.

Pero ese maestro. alto y bien formado, también era humano y

nos comprendía, hasta cuando se casó, nos trajo caramelos,

lo cual lo agradecíamos, ya que era un lujo tener alguna perra gorda

que era el valor que tenía cada uno.

Maestro de corazón muy grande, de sentimientos que hoy

los comprendemos y nos congratulamos de haberlos tenido

en nuestras vidas.

La muy noble y leal ciudad de Orduña-Bizkaia.

-Paquito. Voy a un recado. Ponte aquí a vigilar y si hay mucho alboroto 

mientras estoy fuera, apuntas los nombres…

- le decía a Paquito.

Como gran enamorado de su recién estrenada señora, acudía a verla, y luego 

regresaba y nos atendía.

 -Niño, me decía, Dile a tu madre que quiero hablar con ella;

que vaya a mi casa, la espero.

El niño le repetía a su madre lo que el maestro le decía.

Vino su madre y dijo al niño:

-Me ha dicho tu maestro que si quieres dar unas clases particulares, que él te atiende.

-Mama y ¿cuánto te va costar?

-Me ha dicho que “tres pesetas” por una hora diaria, excepto sábados y 

domingos y fiestas que guardar.

- Y ¿vas a poder pagarle mama? -le decía el niño.

- Mira, es que él ha insistido en que vayas- -Le decía su madre.

Fueron clases muy productivas las que recibió hasta que le toco trabajar, 

aunque no tenía la edad para hacerlo y por ello, tuvo que dejar la escuela.

 

La muy noble y leal ciudad de Orduña-Bizkaia.

Pasaron los años y un día le comenta el niño grande a su madre.

-Mama, mama… ¿sabes que me acuerdo de don Agustín, de

cuando me daba clases? ¿Cómo te las arreglabas para pagarle?

Su sorpresa fue mayúscula.

- Nunca te lo dije porque él me dijo que tú no te enterases.

Tu maestro nunca me cobro ni una 'perrilla'.

¡Te daba clases sin cobrarnos nada!

 ¡Gracias Don Agustín y a toda su estirpe!

Orgullosos debéis de estar de tal empresa,

en una época en la que los maestros

se morían de hambre.


                                La muy noble y leal ciudad de Orduña-Bizkaia.

Antonio Molina Medina

21.12.19



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