Sinovas. Aranda de Duero. |
Escarbas entre la tierra que cubre las cepas
y buscas sus raíces, que sonríen gozosas de que estés hurgando en ellas. Y
siente tus dedos y silban sus tallos cuando los acaricias. Relucen sus racimos
de dorados granos los que se jactan de sueños… Y se hacen caldo... Y se hacen
de fuego al entrar en tu boca. Y se mecen entre tus manos catapultando su jugo
entre dedos que vibran con ansia su suave fruto que se descuelga por la tronera
de tus sentidos paladeando su contenido, depositando sus jugos en los placeres
de tu cuerpo.
Sinovas. Aranda de Duro |
Suenan las palabras, y se perciben sus
pasos que apacigua el rugido del tractor. Mientras, los labriegos cosechan
los frutos de la abundante cosecha que sale de sus troncos y que, dedos y
manos, y ojos deslizan su mirada al reguero de ramilletes que inundan sus ramas.
Se sumerge la tarde y los dedos y manos se afianzan al dulzor de la vendimia, y
por las palmas de sus manos dejan escurrir el dulzor del líquido. Entre cristales
nuevos se curte la tarde y el aire los limpia y mece sus sueños, que son
gigantes que perforan cuerpos, dejando su huella entre campesinos que viven y
sueñan al amparo de la campana la que les marca las horas para volver a la
plaza y entre trago y trago del vino de sus cosechas y comentar la faena realizada.
Antonio Molina Medina
19.02.19
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