Caserio de Orduña Bizkaia |
Restos
de la historia que afloran en mis evocaciones.
Conjunto de familias insertas en la vida, que pasan
lentamente y en silencio. Familias con arraigo,
arrancadas de su tierra, que amaban sus costumbres
dentro de su pobreza, pero con dignidad.
Añoranza bendita de un tiempo postrero que queda
para el recuerdo, para el delirio, para su evocación.
Pensamiento divino de un viejo atardecer que
inculcaron en nuestro sueño; AMOR a todo lo hermoso,
a toda la belleza que aflora en nuestra tierra.
También nuestros mayores nos hacían recordar,
aquéllos que en su día nos precedieron, los que
con su sangre mejoraron este mundo donde poder vivir.
Sabrosos recuerdos que salpicaron mi vida que, con
agrado, siento que penetran en mi cuerpo y que no
debo olvidar y menos traicionar.
Aquellas Noches Buenas llenas de pobreza, de
humildes personajes que pusieron su alma en
hacernos felices. Con pocos recursos, sin grandes
aspavientos, ni mesas suculentas repletas de infinitos
manjares que llenan nuestro estómago
para nuestra subsistencia.
Eran gente sencilla, amantes de otros seres que todo
lo compartían: esas pequeñas alegrías que hacían de
la familia momentos de grandeza que un día no lejano
agrandaron nuestra pequeñez.
Sentíamos a Dios, al que aun creíamos, el que nos tocaba
con su sabia y nos ayudaba a sobrevivir a pesar
de nuestra miseria.
Creencias que nos allanaron el duro camino que,
nos hacía felices a pesar de nuestra desdicha,
por nuestra condición de ser hombres sin tierra
en una tierra virgen, que un día nos enseñaron
a perdonar y no odiar: respetar al vecino y tolerar
al adversario, con respeto y cariño, a sentirnos
queridos y también a querer.
Antonio Molina Medina
Año 2008
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