Hasta los ojos de la luna se acurrucan
entre las hojas secas de su nido para sortear las inclemencias del clima.
Los años se deslizan por la cuadra,
entre animales y en el pajar las alpacas de heno, trigo y alfalfa se acumulan
para el duro invierno. Mientras, en la corraleta, los cerdos con sus gruñidos
nos hacen sonreír. La aldeana prepara el garfio y la garrucha para apuntalar la despensa de
chorizo y tocino
Las gallinas, cacareando, picotean por
detrás del caserío y ya caliente... El horno de leña, plácidamente, mantiene su
calor dispuesto a acoger entre sus paredes la masa divina de donde el pan
brotara pletórico de olores; algunos ¡pequeños y sabrosos! con su chorizo
dentro de sus tripas.
Luce el sol, descampando sus rayos,
que nos miran cuajados de sueños.
Cuando el ser humano lo era y los
pájaros se posaban en las vigas de la eterna cuadra donde se percibía la
redonda piedra donde se afilaba la vieja guadaña.
Desde la cocina las llamas desprenden
su calor celeste junto a los calores de sus moradores que nos guiaban, nos
acompañaban en la travesía donde la persona nos abrió su puerta, su despensa y
cuadra.
La oscuridad se apodera del entorno
mientras las gallinas se acoplan en sus varas y, en la corraleta, se percibe el silencio entre corazones que
desprenden cautela y calma.
La vieja puerta de dos medias hojas se
cierra y el viejo cerrojo se desliza, añoso, sobra su madera.
Los sueños se filtran por la escalera
de madera y las luces desde los viejos cordones, cual serpientes recorren las
paredes, detienen su flujo entre las tinieblas, mientras las pisadas entre
cepas y rastrojos van marcando mis pasos, envuelto en tañidos de añeja campana
cuya Sinovas pedanía, en Castilla me llama.
Antonio Molina Medina
10/11/16
"Los sueños se filtran por la escalera de madera"... qué frase más bella, pero lo más intenso son esos recuerdos que transmiten tus letras, ese calor, esas vigas, esa cuadra, el horno, el trigo, los chorizos...
ResponderEliminarPrecioso tu texto, amigo.
Un beso.
La tierra y tú, amigo Antonio.
ResponderEliminarTu y la tierra, la misma esencia, el mismo surco y la misma sangre que acaudala la vida.
Precioso escribes.
Un abrazo.
Ambar