Majaralto-Chorrosquina-El Cobre-Algeciras |
Se produjo
en un cortijo envuelto entre el celaje, al borde de la sierra. Vivía con seres
humanos, algunos de cuatro patas, otros de dos piernas y le enseñaron a soñar
mientras vivía de la tierra, disfrutando de todos sus aledaños. Soportando el
frío del invierno y el calor del verano, percibiendo sonidos de aves de antaño
y las señales que insistentes procedían de la mar junto a los sonidos de los
barcos de su Bahía cuyas aguas brillaban a lo lejos, mientras los animales le
rodeaban y compartía su proximidad, jugando con ellos, sin miedos, sin
resentimientos que alcanzaran su mente ya que ellos no nos los transferían. Su
perro se sentaba a su lado y respingaba sonidos amables en su jadear lamiendo
sus heridas del hambre.
Las
águilas volaban, planeaban pegando a la tierra, junto a los buitres que
olisqueaba los animales que en su entorno morían, y él sonreía, mudando
su sonrisa la que, humana, dejaba nacer día tras día.
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¡Cuánto
amor respiraba en su entorno! y su alma sentía sin bulla, los que con él
compartía sus sueños, sin ira y con mirada segura. La luz de la sierra
irradiaba desde la Bahía, respetaba su cuerpo y su alma fluía sin miedos, con
sueños, sin mentiras.
No conocía
a dios ni a su hijo ni a sus ángeles ni a nadie que entorpecieron y ensucia su
alma sencilla. Era fiel a su perro y amaba a los suyos y, a su madre y su
padre, adoraba y sentía sus pasos cuando se acercaban a su lado; su calor le
llenaba de sueños, su vida. Y soñaba mientras dormía y su madre, mecía su cuna
de madera sencilla, y su padre en silencio sonreía.
Azuzaba el
oído cuando en el silencio del campo su silbido por la vereda acuciaba sonidos
cual trinos de ruiseñores, que sus oídos se llenaban de aromas y rimas.
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Mientras
su padre repleto de hortalizas rebuscaba en sus bolsillos, piezas de frutos del
campo, alimentos que saboreaba con ansia con sonrisa dorada y plateada, entre
risas y cánticos al cielo el que ellos miraban de noche y de día.
Hace mucho
que el tiempo se posó entre sus dedos. Es cierto. Pero aun su recuerdo perdura
aunque su cuerpo agotado y su mente ya sin miedo, a su alma sujeta… Ya que es
muy difícil detener esos dedos, ya que la luz prevalece aún cercana, cuya brisa
embravece su alma, que la hace aun cuerda y sensata, depositándola con fuerza
la que hace descubrir las heridas y descalabros de tiempos pasados y eliminar
los sistemas que con él utilizaron intentando borrar los recuerdos… sus
recuerdos, son recuerdos los que introdujeron en su mente lo falso y plebeyo.
Hoy intenta eliminar de su mente lo que un día la maltrataron con celo.
Recuperando otra vez la verdad que nos dan al nacer, descubierta ya ¡la
libertad! que llevamos dentro.
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No existe
luto por el tiempo pasado. Ni por lo hecho aunque fuese un descalabro.
Aún
persiste la fuente del Chorro en sus venas, que, en vez de sangre, es agua lo
que fluye en sus adentros, acelerando el roto del tiempo, el cáliz que su alma
profesa a las almas que un día nos dejaron, que engrandecieron la vida en la
tierra.
El corazón
que no deja su cuerpo. Ni su tierra. Ni el agua del Chorro. Ni la vega donde
brotó. Con su ansia, al parirlo, de guerrera mujer, que fomento la fuerza del
saber en su mente para ser y dejarse ser.
Camina en
silencio cada vez más convincente, pisando las veredas y caminos inciertos. Sus
pasos fluyen hoy por las dispersas tierras de Castilla, entré viñas, trigales,
avena y la soja, maíz y cebada… Mientras soplan los vientos. Se perfilan los
años… Sus recuerdos de vida vivida.
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Mientras
el viento de la serranía envuelve su rostro cual muñeco de trapo incapaz de
olvidar los momentos dorados, cuando la serpiente reptaba su cuerpo por los
maderos que cubría su tejado y soportaban las tejas, asediando las vidas del
nido instalado, cercando sus cuerpos de nuevos nacimientos, de diminutos
pájaros que volvían cada año, recordando en sus genes la buena
acogida el calor de la estancia campos de alimento.
Hoy luce la llama del recuerdo y se abraza a ellos, con sus pies aplomados en el tablado donde posa sus extremos, incidiendo sus dedos en el tiempo postrero. Aseado y repleto de dudas, se abalanza cual Águila o Cóndor, asediado por fuerzas extrañas que desecha y desprende de su cuerpo, incapaz de volver su mirada hacia un mundo que yace, postrado, entre la podredumbre que se expande de sus propias miserias.
Plaza Alta Algeciras |
20/06/16
Antonio Molina
Medina
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